lunes, 24 de octubre de 2011

El miedo del portero ante el penalti

Existe una novela inclasificable de Peter Handke titulada El miedo del portero ante el penalti, con ínfulas de Kafka y Joyce, cuyo objetivo y/o argumento, creo poder entender, es reflejar el absurdo en la vida mediante el absurdo en la narración; así como la imposibilidad en la comunicación a la que estamos condenados los humanos por medio de diálogos que son puras chácharas y balbuceos inconexos sin sentido.

En más de 150 páginas Handke narra el periplo irracional por un entorno esperpéntico de Bloch, un ex portero de fútbol que se aloja en pensiones de mala muerte, contempla crímenes, se ve envuelto en peleas y, de vez en cuando, rememora andanzas de su carrera deportiva sin experimentar la más mínima sorpresa, emoción o, al menos, indignación ante la hiperbólica ilógica que se extiende ante sus ojos.
Pese a que supuestamente alrededor no paran de suceder cosas, acontecimientos que para cualquiera serían notables, el personaje se aburre hasta el hartazgo, no se implica, no cree que vaya con él todo esto que para cualquier persona serían hechos dignos de mención, de asombro, incluso de interjección malsonante y platonismo de ojos.

Ayer, viendo el partido del Atlético de Madrid frente al Mallorca, recordé esta novela por varios motivos. Uno de ellos es que estuvieron en el punto de los once metros primero, Hemed, un desconocido que se ha revelado como especialista en penas máximas (4 de 4, ni el mismísimo Franco) y después, Falcao, un delantero que es un gladiador visceral en cada balón dividido y un frío francotirador en sus penaltis. Tanto Courtois como Aoute no protestaron demasiado la rigurosidad de los castigos arbitrales ni optaron por bailes desestabilizadores o golpeo en el pecho ante el lanzador: más bien parecían asumir la inapelabilidad de su destino.

Por otra, el público del Calderón, que volvió a asistir a cómo su equipo intentaba un ejercicio de estilo absolutamente impensable hace solo 4 meses (sacar el balón jugado desde la defensa, toque y toque paciente, acumulación de jugadores con supuesto criterio en la elaboración en el medio del campo), contemplaba esos hechos dignos de mención, de asombro, incluso de interjección malsonante y platonismo de ojos con un hastío y una diferencia comparables al protagonista de Handke.

Por último, la novela El miedo del portero ante el penalti, es pura y sencillamente un ejercicio de estilo que no solo resulta aburrido para el abúlico protagonista, sino para cualquier valiente que se decida a intentar leerlo. No puedo contarles el desenlace del libro porque nunca llegué a terminarlo. Tampoco vi el final del ejercicio de estilo de ayer. Pero me temo que lo único que puede salir de ahí es también una aburrida adaptación cinematográfica de Win Wenders.

Yo, como han podido leer anteriormente, respeto la labor docente de Gregorio Manzano, pero considero que para enseñarnos que la vida es absurda y sin sentido nos llega con Camus, Sartre, Lady Gaga y el Levante siendo líder de la Primera División Española.



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