viernes, 30 de septiembre de 2011

Basta de realidades, queremos promesas

Contaba García Márquez que, durante una campaña electoral en México, cuando el PRI llevaba cerca de 70 años consecutivos en el poder, sus dirigentes, creyéndose imbatibles, habían caído en la apatía que provoca la inmunidad. Como ejemplo de esta circunstancia, en un mitin, el candidato se limitaba a leer con impasible voz funcionarial la lista de proyectos que habían llevado a cabo ante una multitud indiferente y desatenta cuando, de pronto, nadie sabe de dónde, nadie sabe de qué manera había esquivado los controles de seguridad, se levantó una pancarta inmensa que rezaba: “Basta de realidades; queremos promesas”.
            Es una buena muestra de que siempre hay que mantener una utopía, por muy feliz que vivas. Y, desde luego, México y el Atlético de Madrid, que no pueden estar más lejos del estado ideal de felicidad, con mucha más razón. Pero cualquiera, por muy bien que viva, tiene que dejar algo para cuando cierre los ojos. Y es que el problema de los sueños es que pueden hacerse realidad, y entonces dejan de ser utópicos. Y eso los rebaja. De hecho, en esencia, dejan de ser sueños. Porque lo de sueños cumplidos me da a mí que es una verdad tan relativa como “inteligencia militar” o “elecciones generales”. Por eso, siempre, apuntad muy alto. Fracasad de nuevo, fracasad mejor.
De hecho, a fin de cuentas, nos consolamos los perdedores, el éxito en el fondo es una cara del fracaso, porque también trae un vacío. Y puede que, con el tiempo, sea una cara más amarga, porque es el momento en que te planteas, ahora que puedes comprobarlo empíricamente, si han merecido la pena los desvelos, los esfuerzos y, sobre todo, si la realidad ha resultado estar a la altura de la imagen creada. Y como la ensoñación no tiene límites y la realidad sí pues, oye, que en foto parecía más grande, que yo me esperaba otra cosa…
            Hay innumerables ejemplos menos metafísicos: desde el momento en que un club te admite como socio deja de ser apetecible; si una chica cede a tus patéticos intentos de seducción es que igual no era para tanto o si, finalmente venga a su padre, Íñigo Montoya se queda sin saber a qué cojones va a dedicar ahora el resto de su vida.
Por eso, mi cántico futbolístico preferido es el de “Volveremos, volveremos/ volveremos otra vez/ volveremos (a ser) campeones como en el 96”. Ya sé que es un plagio del grito de guerra argentino, sustituyendo el 96 (año del doblete atlético) por el 86 del Mundial de México que consiguió Maradona. Pero aun así es una muestra de que la ilusión es capaz de imponerse a lógicas e, incluso, a realidades: me entusiasmó cuando después de ganar la Supercopa de Europa, en el Calderón se mantuvo ese cántico, por encima incluso del “campeones, campeones”, como si la posibilidad ganara a la certeza y, aún viviendo un sueño, que dirían los cursis, siguiéramos con ganas de soñar.
Y, por eso,  y ya acabo, me encanta la canción de La Cabra Mecánica que se conforma con ese “ganaremos un ratito hasta que bailen los de siempre”…

Porque, joder, tampoco pedimos tanto. De hecho, realmente la canción está inspirada en la gesta de aquel Alavés de Geli, Javi Moreno y Cía que estuvo a punto de ganar la Copa de la Uefa... para finalmente perder de forma injusta con el Liverpool. Así que ya veis, nos conformamos casi con cualquier cosa. Pero ese mínimo haced el favor de prestárnoslo. Que, cojones, sabemos que es muy difícil que "volvamos" alguna vez. Pero queremos seguir cantándolo siempre. O, por lo menos, un ratito más.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Boecio

A veces, para buscar consuelo, uno cae tan bajo que llega a ponerse filosófico. Pero siempre viene bien que te voceen unas palabras de ánimo. O, incluso, que te las boecien:

domingo, 25 de septiembre de 2011

Villarato

Habrá quien sólo repare en el resultado, pero no deberíamos olvidar que ayer asisitmos a un nuevo caso de "Villarato" escandaloso: jugó Messi. Y la gente como si nada...

viernes, 23 de septiembre de 2011

No busque ma que no hay

Uno, aunque sea por mantener la tendencia a las rayas, siempre ha tenido simpatía por el Beti.
Y este himno, compuesto por un sevillista acérrimo, debería ser oficial. Muchos diréis que la institucionalización es capaz de cargarse todo lo que toque, pero si hay alguien capaz de desmentir esto es el galardonado con la Medalla al Mérito Rockero. Condecoración desierta desde entonces, por cierto. Y seguramente con razón.

(Ya lo sé que estoy muy oportunista últimamente. Pero qué queréis. Cuando estoy feliz no escribo. Uno, como diría el gran Saúl Olúas, escribe a veces por afición, pero las más por aflicción. Y, mientras tanto, escucha música. Uohó.)

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Nueva matriculación

Como aficionado del Atlético de Madrid, sigo pensando que Manzano necesita un 9 suplente de garantías para cuando Falcao se lesione, esté sancionado o, simplemente, a punto de reventar por tener que sostener al equipo en Liga, Uefa y Copa, a veces con dos partidos a la semana. Y, como profesor de secundaria, tengo ganas de ver cómo lidia el antiguo compañero de profesión con el quinqui rebotado de varios centros que aparece con nueva matriculación en mitad del curso, con gesto torcido, pocas ganas de confraternizar y, normalmente, necesitado de cariño. Porque, si sale bien, pocas satisfacciones hay mayores en ese trabajo. Y, porque si sale bien, es un pedazo futbolista. Y, si sale mal, no me digan que con Ballotelli no nos íbamos a reír un buen rato...


lunes, 19 de septiembre de 2011

Jozantonio de la Rovere

En "Anatomía de un instante", Javier Cercas resume la película "El general de la Rovère" para que le sirva como símbolo de Suárez (el falangista oportunista que llevó a España a la democracia) y, por tanto, como reflejo del traidor redimido en héroe, papel que en su opinión compartían Carrillo y Gutiérrez Mellado:


El general De la Rovere narra una fábula ambientada en una harapienta y ruinosa ciudad italiana ocupada por los nazis. El protagonista es Emmanuele Bardone, un chisgarabís apuesto, simpático, mentiroso, trapacero, mujeriego y jugador, un pícaro sin escrúpulos que extorsiona a las familias de los prisioneros antifascistas con el embuste de que emplea el dinero que le entregan en aliviar la cautividad de sus parientes. Bardone es también un camaleón: ante los alemanes es un partidario fervoroso del Reich; ante los italianos, un solapado adversario del Reich; ante unos y otros despliega todas sus dotes de seductor, y a unos y a otros consigue convencerlos de que no hay nadie en el mundo más importante que ellos y de que está dispuesto a desvivirse por su causa. El destino de Bardone empieza a cambiar el día en que los alemanes matan en un rutinario control de carretera al general De la Rovere, un aristocrático y heroico militar italiano recién regresado al país para articular la resistencia frente al invasor; para el coronel Müller -el jefe de las fuerzas ocupantes en la ciudad-, se trata de una pésima noticia: de haber sido hecho prisionero, De la Rovere hubiera podido ser de utilidad; muerto, no tiene ninguna. Müller decide entonces propagar que De la Rovere ha caído prisionero, y muy pronto Bardone, cuyo talento de histrión ha conocido el coronel hace poco y cuyos trapicheos con un oficial corrupto ha desenmascarado en seguida, le ofrece la posibilidad de sacar partido de ese bulo: Müller le propone librarle del paredón y le ofrece la libertad y dinero a cambio de que acepte hacerse pasar por el general De la Rovere e ingrese en la cárcel, confiando en que podrá utilizar en el futuro su presencia en ella.

   Bardone acepta el trato y es trasladado a una prisión saturada de presos antifascistas. Desde el primer momento el pícaro sin escrúpulos interpreta con aplomo el papel del aristócrata de izquierdas, y todo cuanto ve o experimenta en la cárcel parece ayudarle en su interpretación, sacudiendo su conciencia: el mismo día de su llegada lee en las paredes de su celda los mensajes póstumos de los partisanos fusilados; los prisioneros se ponen a sus órdenes y lo tratan con el respeto que merece quien personifica para ellos la promesa de una Italia en libertad, le preguntan por parientes y amigos que lucharon en unidades bajo su mando, bromean sobre el destino desdichado que les aguarda, le ruegan sin palabras que les infunda ánimos; uno de los presos que frecuenta Bardone se suicida antes que convertirse en delator; para afincarle en su papel de De la Rovere, más tarde los alemanes torturan al propio Bardone, lo que a punto está de encender un motín entre sus compañeros de cautiverio; más tarde todavía Bardone recibe una carta de la condesa De la Rovere en la que la mujer del general intenta confortar a su marido asegurándole que sus hijos y ella se encuentran bien y sólo piensan en ser dignos de su coraje y su patriotismo. Esta serie continuada de impresiones empieza a operar una sutil, casi invisible metamorfosis en Bardone, y una noche sobreviene lo insólito: durante un bombardeo aliado que provoca un griterío de pánico en la prisión Bardone exige salir de su celda; está temblando de miedo, pero, como si el personaje del general se hubiera apoderado momentáneamente de su persona, plantado en el corredor de la galería de los presos políticos e investido de la grandeza de De la Rovere Bardone aplaca el temor de sus compañeros levantando su voz en medio de un estruendo de batalla: «Amigos, os habla el general De la Rovere -dice-. Calma, dignidad, control. Sed hombres. Demostrad a esos canallas que no teméis a la muerte. Son ellos quienes deben temblar. Cada una de las bombas que caen nos acercan a su fin, a nuestro rescate».

   Poco después de ese episodio el azar brinda al coronel Müller la oportunidad que aguardaba. Ha ingresado en la prisión un grupo de nueve partisanos capturados en una redada; entre ellos figura Fabrizio, el jefe de la resistencia, cuya identidad desconocen los alemanes: Müller le pide a Bardone que lo identifique primero y lo delate después. Por un momento Bardone duda, igual que si en su interior lucharan Bardone y De la Rovere; pero Müller le recuerda el dinero y la libertad prometidos y añade al soborno un salvoconducto con que escapar a Suiza, y finalmente vence Bardone. Aún no ha conseguido identificar éste a Fabrizio cuando muere a manos de la resistencia una alta autoridad fascista; en represalia, Müller debe fusilar a diez partisanos, y el coronel comprende que es el momento de facilitarle a Bardone su tarea de delator. La noche previa a la ejecución Müller encierra en una celda a veinte hombres, de entre los cuales saldrán las diez víctimas expiatorias; seguro de que a las puertas de la muerte Fabrizio se dará a conocer a De la Rovere, Müller incluye entre ellos a Bardone y a los nueve detenidos en la redada. Müller no se equivoca: a lo largo de la noche en capilla, mientras los reos buscan fuerzas o consuelo en la compañía valerosa del falso general De la Rovere, Fabrizio se identifica ante él finalmente, al amanecer, once detenidos salen de la celda; Bardone es uno de ellos, pero Fabrizio no. Camino del pelotón de fusilamiento formado en el patio de la cárcel, Müller retiene a Bardone, lo separa de la cuerda de condenados, le pregunta si ha conseguido averiguar quién es Fabrizio. Bardone fija la vista en Müller, pero no dice nada; bastaría con que pronunciase una palabra para que le permitiesen salir en libertad, con dinero suficiente para proseguir su vida interrumpida de mujeres y juego, pero no dice nada. Perplejo, Müller insiste: está seguro de que Bardone sabe quién es Fabrizio, está seguro de que en una noche como ésa Fabrizio le habrá dicho quién es. Bardone no aparta la vista de Müller. «¿Y usted qué sabe? -dice por fin-. ¿Ha pasado alguna vez una noche como ésa?» «¡Contésteme! -grita Müller furioso-. ¿Sabe quién es?» Por toda respuesta Bardone le pide a Müller lápiz y papel, garabatea unas líneas, se las entrega y, antes de que el coronel pueda comprobar si contienen el nombre verdadero de Fabrizio, le pide que se las haga llegar a la condesa De la Rovere. Mientras Bardone exige a un carcelero que le abra las puertas del patio, Müller lee el papel: «Mi último pensamiento es para vosotros -dice-. ¡Viva Italia!». El patio está cubierto de nieve; atados a sendos postes, diez hombres con los ojos vendados aguardan la muerte. Bardone -que ya no es Bardone sino De la Rovere, como si de algún modo De la Rovere siempre hubiera estado en él- ocupa su lugar junto a sus compañeros y, justo antes de caer bajo la descarga del pelotón de fusilamiento, se dirige a ellos. «Señores -dice-. En estos momentos supremos dediquemos nuestros pensamientos a nuestras familias, a la patria y a la majestad del Rey,» Y añade: «¡Viva Italia!».



Me disculpo por una entrada tan larga y que encima es robada... En realidad lo que quería decir cabe de sobra en los 140 caracteres de una cuenta de twitter. Sería algo así como:
He dicho a Caminero que es muy dificil que me mueva aquí soy feliz.Tras la final en Bcn entendí lo que es este Club.Yo me quedo!Aupa Atleti!
(JoseReyes_19. 21 de Junio de 2011)

No podía sentir así que aprendí a tocar. ¿Aleluya?

Uno siempre ha sido de natural cínico. O, al menos, se lo ha hecho. Que según las pelis, libros y series parecía que así se follaba más… Luego uno nunca sabe hasta qué punto eso ha sido rentable o no. (Es lo que decía Keith Richards de su guardaespaldas “Cuchilla de Afeitar”, que como tenía ese nombre y esa reputación, no sabía si le salía barato o caro, porque o bien porque fuera innecesario o bien por lo que acojonaba, el caso es que nunca tuvo que intervenir. En fin, que se me va el porro al cielo…)

El caso es que este verano el Atleti vendió a Agüero, De Gea y Forlán, tres de los máximos ídolos del Calderón. Y prescindió de un entrenador racial, que pese a tener un pasado madridista acabó simpatizando con el sentimiento atlético hasta el punto de, cierto es, perder la cabeza en un par de ocasiones (que se lo digan a Luis García o Forlán). En su lugar llegó un entrenador frío, distante y, en apariencia, nada ilusionante.

Ahora, tras un inicio titubeante forzado por el retraso de los dirigentes a la hora de fichar (sí, es un juego de palabras), nadie sabe si el Atlético alcanzará o no sus objetivos, pero hay una cosa incuestionable: este Atlético siempre intenta sacar el balón con criterio, juega el pie, intenta el toque sin miedo y, sobre todo, dispone sobre el césped a todos los futbolistas de calidad que tiene: Reyes, Turan, Diego, Mario, Tiago…

Y digo todo esto porque ayer el Atleti venció 4-0 con un fútbol paciente, frío y, en ocasiones, brillante. Y quizás debería pero no estoy nada ilusionado. Y me da miedo que, como tantas personas, en el fondo use el fútbol para sacar la peor parte de mí mismo, ese borracho júligan que reclama testosterona y huevada en lugar de confiar en la calidad y la paciencia como armas para, al menos, disfrutar y, a lo mejor ganar. O sea, que me convierta en lo que detesto de los mourinhistas y me dé cuenta de que, en realidad, no sea tan bilardista, guardiolista o cloughista como me finjo (igual también con la secreta esperanza de que así se folle más, vayan ustedes a saber…)

Quiero pensar como excusa que el verdadero símbolo de este nuevo Atleti es Diego, un mercenario entrañable, que juega como Dios pero del que puedes esperar poco compromiso: el año pasado su equipo se jugaba el descenso en el último partido y, al enterarse de que no iba a ser titular, cogió y se largó a su casa. Así que ayer no pude evitar sonreírme cuando se quedó en el banquillo en el descanso con unas leves molestias con el partido 2-0. Pero a lo mejor es simple cuestión de tiempo que me encariñe con Falcao, Turan y compañía. Y que entienda a Diego como el encantador traidor redimido que puede llegar a ser, igual que Jozantonio de la Rovere (post de próxima publicación). O simplemente es que uno ya no siente igual que antes. O que se lo hace para intentar follar un poquito más. Que nunca se sabe.
Lo que está claro es que este Atleti sin Simeones, Simaos, Petroves, Quiques y Assuncaos debería cantar eso de “I did my best, it wasn´t much: I couldn´t feel so I learned to touch”. ¿Aleluya?

jueves, 15 de septiembre de 2011

Play de honor

Muchos avispados lectores de este blog, si es que los hay (muchos, digo, no avispados), se habrán percatado de que el título y la esencia del mismo es un homenaje a Fernando Iwasaki y su libro de crónicas futbolísticas de la campaña de fútbol 1993-1994 titulado “El sentimiento trágico de la Liga”. Sin embargo, existen ciertas diferencias: al leer hoy (15 de Septiembre de 2011) referencias concretísimas a Butragueño, Koeman, Juanele, Claudio Barragán, Benito Floro o Salenko, es preciso contar con un estilo narrativo tan brillante como el del autor peruano para que su prosa permita que los hechos no queden sepultados entre la indiferencia propia de la anécdota anticuada, la reserva al chiste pasado de moda, el bostezo de la batallita repetida.
Por eso, servidora, que no es tan tonto como para no saber que, desde luego, no escribe tan bien como Iwasaki, intenta cerrarse menos a la concreción y la actualidad, confiando en la vigencia del subjetivismo quejoso y lastimero (porque nunca pasará de moda quejarse).
Además, y esta es otra diferencia, parte de una concepción diferente: el sentido trágico de la liga, lo entiendo como la interpretación de la tabla de resultados en clave personal, como si cada árbitro, fallo defensivo, venta inexplicable de jugador bandera, correspondiera a una venganza intransferible que, pese a que puede haber daños colaterales, está dirigida realmente solo a ti y a mí, querido lector, que somos los únicos que así lo interpretamos.
En otras palabras, espero que menos pedantes, se trata simplemente del viejo truco de aprovechar una excusa sobre algo que no tiene nada que ver para soltar la mierda que llevas dentro. Eso sí, sin perder nunca el humor, la distancia y la burla autoconsciente que jamás debieran separarse del relato de la tragedia.
Sin embargo, Fernando Iwasaki da otra explicación al signifcado de su libro en el brillantísimo prólogo que lo abre y, así, otra entrada nos ayuda a incluir un club más en esta terna existencial o sentimental pero siempre trágica que espero que compartamos jornada a jornada:
Como el fútbol no es tolerante con la neutralidad y los prólogos sí lo son con las confidencias, debo decir que desde muy pequeños los peruanos aprendemos a resignarnos a no ganar nunca, pero al menos tenemos la certeza de perder jugando bonito. Con esa vivencia agónica del fútbols no era posible ser madridista o culé, sevillista o colchonero, y por eso profesé el beticismo, pues sólo un bético es capaz de intuir el sentimiento trágico de la Liga.

domingo, 11 de septiembre de 2011

La lucidez de la resaca

Me miras desde el sofá,
con la lucidez que otorga la resaca,
y dejas caer como quien no quiere la cosa
tu barato psicoanálisis de andar por casa:
"me da que este año
no vais ni a la UEFA".


Pero todo el mundo sabe
que no estás hablando
de fútbol.

martes, 6 de septiembre de 2011

Madurez

Mañana me despertaré y no estarás y realmente no me daré cuenta hasta después del segundo café. Pero antes me haré una paja en la cama y veré con desinterés las bombas telediarias mientras espero los resultados deportivos. También antes habré bajado a por el periódico y ya entonces, pero solo entonces, admitiré que no estás, que sigues sin estar y que ya no vas a volver. Un día llegará la comida sin que lo piense y al otro sólo vendrás a mi cabeza un instante, en la caótica sucesión de imágenes preorgásmicas entre actrices, novias de amigos y compañeras de clase, quizá con otros labios, otras tetas u otro pelo: ventajas del onirismo onanista. Y pasarán días y al final lo olvidaré y entonces dejarán de existir las mamadas en los servicios públicos, los cutres ramos de rosas de veinte euros, las cenas en sitios medianamente asequibles, las películas en la cama y en los cines, los polvos en cualquier sitio y los besos en cualquier parte. Y no pasará nada. Seguiremos lejos de la clasificación para la Champions y agotaremos la última oportunidad empatando en casa. Y eso será lo único terrible. Me apuntaré a un taller de relato y a la tercera sesión dejaré de asistir, acabaré por encontrar un trabajo sencillo y por fin me haré un hombre lejos de ti y de tus neuras, un hombre que se conforma con que su equipo llegue a la UEFA y él alcance el fin de mes.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Paquirrismo

A la Liga Española le pasa como a los hijos de Paquirri: hay demasiada diferencia entre los dos primeros y el tercero.

Fuera de juego

Soy seguidor de Alberto Tesán (si es que se puede ser seguidor de un poeta) desde que en la antología de Luis Antonio de Villena La lógica de Orfeo descubrí poemas como "Mujer fatal" o "Aviso". Pronto me regalaron (gracias) su segundo y, hasta el momento, último libro de poemas Piedras en el agua (Pre-textos, 2003). Poco después me compré El mismo hombre (Pre-textos, 1996), y desde entonces espero a que llegue el siguiente y, mientras tanto, le releo.
Hace poco me he enterado de que era un, según dicen, prometedor juvenil del Barcelona al que una inoportuna lesión retiró cuando parecía que iba a dar el salto a la profesionalidad. Esto ha provocado que el poema que os pongo a continuación adquiera otro significado. No es que me guste más, que es imposible. Ni que sea mejor, que es muy difícil. Es sólo que cobra cierta actualidad, aunque sea totalmente subjetiva y condicionada a no haberme enterado antes. Como me suele pasar siempre.
Nació en 1971, igual que Pep Guardiola, por lo que debieron compartir equipo en los juveniles. Pero eso es una concidencia.
De hecho, todo esto es una vulgar excusa para insistir en que el blog no será exclusivamente del Atleti, ni de fútbol, ni de mí; aunque sí estará bastante concidicionado por las tres cosas. Y un truco para poner un poema que eleve la triste categoría que este blog pudiera tener.
Pero, sobre todo, una modesta formar de recordar a Alberto Tesán, por si diera la casualidad de que lo leyera, que algunos seguimos esperando su próximo libro.


Fuera de juego

Aprender a callar es lo primero.
Un pasaporte en blanco hacia la soledad.
A los once años te hablan con palabras
como honor, orgullo, dignidad
y tú piensas en un rumor de sillas
y en el patio pequeño de tu escuela.
Pero no hay amigos en el campo
y muy pronto te enseñan que el club y los colores
son tu padre, tu madre y el espíritu santo.
Tienes que ser un buen muchacho
y conservar el número que te dan al entrar.
Crecer es el siguiente paso.
Y darles lo que quieren: tu vida con un lazo.
Lo llevarás mejor
si comprendes que todo es un negocio
en nombre de una patria difusa que agoniza.
Pasarán unos años, demasiados,
Y sólo quedarán los elegidos.
A los otros, ahora los recuerdas
como sombras vencidas, llorando entre la hierba.
Había que esperar los descartes de julio.
El discurso del míster era conciliador
- se notaba su afán por excusarse-
y estrechaba las manos de unos pocos.
Los demás nos miraban
desde sus torres abolidas
y quedaban en el vestuario
a la espera de unas explicaciones
que no necesitaban, que nunca llegarían.
Con paciencia te harás un sitio entre la élite
y bailarás con gusto la música que te toquen.
Las niñas de tu barrio
soñarán que te metes en sus camas
y algunos periodistas llamarán a tu puerta.
Debes ser agradable entonces
y medir las palabras y los tópicos.
Recuerda: club, bandera, patria.
Ya sólo una lesión puede hacerte bajar
de la nube que habitas.
Pero eso es imposible.
Imposible que un niño te rompa la rodilla.
Imposible el dolor que sientes cuando ocurre.
Y después el olvido. Quirófano y olvido.
La sensación de que ya no haces falta,
de que no eres imprescindible.
Te harán un homenaje y callarás
porque ya formas parte de ellos,
ya eres su semejante, su juguete tarado.
Regresar a tu pueblo será lo más difícil.
Debes ser fuerte
y soportar la humillación,
el miedo contenido.
Aprender a pensar, recuperar amigos.
El tiempo borrará tanta tristeza.
Tienes la edad de un hombre joven,
busca una chica que te quiera y cásate.
Y olvida el fútbol, que te hace daño.
Y olvida el Barça, que te duele.

Sorrows of the elderly

El cierre del mercado de fichajes cada vez se parece más al cierre de un after... Y, claro, lo de siempre: no rechaces en Junio lo que aceptarías en Julio y por lo que pagarías en Agosto...
O, mejor:
The old are kind.
The young are hot.
Love may be blind.
Desire is not.


(Leonard Cohen)