lunes, 19 de septiembre de 2011

No podía sentir así que aprendí a tocar. ¿Aleluya?

Uno siempre ha sido de natural cínico. O, al menos, se lo ha hecho. Que según las pelis, libros y series parecía que así se follaba más… Luego uno nunca sabe hasta qué punto eso ha sido rentable o no. (Es lo que decía Keith Richards de su guardaespaldas “Cuchilla de Afeitar”, que como tenía ese nombre y esa reputación, no sabía si le salía barato o caro, porque o bien porque fuera innecesario o bien por lo que acojonaba, el caso es que nunca tuvo que intervenir. En fin, que se me va el porro al cielo…)

El caso es que este verano el Atleti vendió a Agüero, De Gea y Forlán, tres de los máximos ídolos del Calderón. Y prescindió de un entrenador racial, que pese a tener un pasado madridista acabó simpatizando con el sentimiento atlético hasta el punto de, cierto es, perder la cabeza en un par de ocasiones (que se lo digan a Luis García o Forlán). En su lugar llegó un entrenador frío, distante y, en apariencia, nada ilusionante.

Ahora, tras un inicio titubeante forzado por el retraso de los dirigentes a la hora de fichar (sí, es un juego de palabras), nadie sabe si el Atlético alcanzará o no sus objetivos, pero hay una cosa incuestionable: este Atlético siempre intenta sacar el balón con criterio, juega el pie, intenta el toque sin miedo y, sobre todo, dispone sobre el césped a todos los futbolistas de calidad que tiene: Reyes, Turan, Diego, Mario, Tiago…

Y digo todo esto porque ayer el Atleti venció 4-0 con un fútbol paciente, frío y, en ocasiones, brillante. Y quizás debería pero no estoy nada ilusionado. Y me da miedo que, como tantas personas, en el fondo use el fútbol para sacar la peor parte de mí mismo, ese borracho júligan que reclama testosterona y huevada en lugar de confiar en la calidad y la paciencia como armas para, al menos, disfrutar y, a lo mejor ganar. O sea, que me convierta en lo que detesto de los mourinhistas y me dé cuenta de que, en realidad, no sea tan bilardista, guardiolista o cloughista como me finjo (igual también con la secreta esperanza de que así se folle más, vayan ustedes a saber…)

Quiero pensar como excusa que el verdadero símbolo de este nuevo Atleti es Diego, un mercenario entrañable, que juega como Dios pero del que puedes esperar poco compromiso: el año pasado su equipo se jugaba el descenso en el último partido y, al enterarse de que no iba a ser titular, cogió y se largó a su casa. Así que ayer no pude evitar sonreírme cuando se quedó en el banquillo en el descanso con unas leves molestias con el partido 2-0. Pero a lo mejor es simple cuestión de tiempo que me encariñe con Falcao, Turan y compañía. Y que entienda a Diego como el encantador traidor redimido que puede llegar a ser, igual que Jozantonio de la Rovere (post de próxima publicación). O simplemente es que uno ya no siente igual que antes. O que se lo hace para intentar follar un poquito más. Que nunca se sabe.
Lo que está claro es que este Atleti sin Simeones, Simaos, Petroves, Quiques y Assuncaos debería cantar eso de “I did my best, it wasn´t much: I couldn´t feel so I learned to touch”. ¿Aleluya?

2 comentarios:

  1. "Mercenario entrañable" como concepto. Diego es esa chica que engaña a su novio y le deja para irse contigo. Te sientes afortunado pero en realidad estás pensando: ¿soy un elegido o me hará lo mismo a mí?

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  2. Nunca serás el elegido, con suerte serás su última oportunidad si pasa de los treinta. Tal vez se de cuenta y la aproveche.

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