martes, 6 de septiembre de 2011

Madurez

Mañana me despertaré y no estarás y realmente no me daré cuenta hasta después del segundo café. Pero antes me haré una paja en la cama y veré con desinterés las bombas telediarias mientras espero los resultados deportivos. También antes habré bajado a por el periódico y ya entonces, pero solo entonces, admitiré que no estás, que sigues sin estar y que ya no vas a volver. Un día llegará la comida sin que lo piense y al otro sólo vendrás a mi cabeza un instante, en la caótica sucesión de imágenes preorgásmicas entre actrices, novias de amigos y compañeras de clase, quizá con otros labios, otras tetas u otro pelo: ventajas del onirismo onanista. Y pasarán días y al final lo olvidaré y entonces dejarán de existir las mamadas en los servicios públicos, los cutres ramos de rosas de veinte euros, las cenas en sitios medianamente asequibles, las películas en la cama y en los cines, los polvos en cualquier sitio y los besos en cualquier parte. Y no pasará nada. Seguiremos lejos de la clasificación para la Champions y agotaremos la última oportunidad empatando en casa. Y eso será lo único terrible. Me apuntaré a un taller de relato y a la tercera sesión dejaré de asistir, acabaré por encontrar un trabajo sencillo y por fin me haré un hombre lejos de ti y de tus neuras, un hombre que se conforma con que su equipo llegue a la UEFA y él alcance el fin de mes.

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