La
cerveza está caliente y me cuesta tragarla. Alrededor se ríen, no sé de qué.
Alzo la cabeza por encima de las risas y miro a la tele. Entonces una palmada
en la espalda. Una cara burlona que dice burlona: esto está visto, chaval. Me
encojo de hombros y pienso que ni siquiera estoy triste, que a fin de cuentas
siempre han sido sólo más espuma que otra cosa, una espuma que se calienta con
facilidad y que no entiendo por qué seguimos bebiendo cada año si sólo amarga y
no emborracha.
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