jueves, 1 de diciembre de 2011

David Beckham en el fondo está triste.


Como un niño aturdido
David Becham mira a la cámara
y sonríe,
pero el miedo es tenaz y le carcome las entrañas,
y entonces piensa el niño en su padre,
aquel antiguo empleado de una fábrica
de material de cocina y frustrado futbolista
ahora felizmente establecido
en la trastienda de los sueños, siempre junto a su mujer,
peluquera de por vida.

David Beckham en el fondo está triste.

Cuando gana el equipo
con gol de libre directo
lanzado en el último minuto
por su bota infalible,
la victoria le sabe a agria derrota,
a agonía,
y los miles de abrazos y embestidas,
a vacío también cuando, solo en la ducha,
la desazón le corre cuerpo abajo
(ese objeto exacto del deseo)
y se funde con el tiempo venidero
de más flashes y bramidos,
de más miradas de envidia y arrebato,
de más acoso de los paparazzi,
junto a ese mohín de enojo
que a todas horas blande la hembra vigilante,
Victoria Adams (que no de Samotracia),
madre de sus tres hijos,
alguno de ellos con nombre de puente,
por ejemplo, el primogénito.

David Beckahm está cansado de sí mismo.

Milán hoy, ayer Los Ángeles, anteayer Madrid
y el otro más lejano, diablo rojo,
roto corazón de la nostalgia
que ahora, disfrazado de cyborg justiciero,
le aflige el alma de mercurocromo.
¿Cómo rendirle tiempo al tiempo
y volver a la dulce Chingford,
en el London Burough of Waltham Forest,
para empezar de nuevo rompiendo el maleficio
de su horrible condena?

Todo en el héroe es y nada se transforma.
David Robert Joseph Beckham
seguirá por los siglos de los siglos
como atracción de feria
para los burdos mendicantes.

(David Beckham.

El loco mundo. 
Miguel Ávila Cabezas.)


1 comentario:

  1. Si todos los futbolistas fueran la mitad de profesionales (al menos dentro del campo) como Beckham, el fútbol sería otra cosa. Y no quiero parecer resentido por el puto partido de ayer, jeje.

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