El entrenador
del Atlético de Madrid en la presente temporada es un antiguo profesor de
instituto que, al principio de su carrera deportiva, por pura vocación, se
hacía muchísimos kilómetros después de sus correspondientes horas lectivas para
poder entrenar gratis a equipos de Preferente, Regional y, posteriormente,
cobrando (poco) de 3ª y 2ª B, sin ninguna garantía de estabilidad.
Ahora entrena
en Primera División a un club de los llamados “históricos” de España; en los
desplazamientos medianamente largos viaja en el avión privado del equipo,
obviamente, no tiene que ejercer de profesor y cobra un sueldo inalcanzable
para la mayor parte de la población española.
Sin embargo,
aún hoy, en muchos aspectos, al menos aparentemente, Gregorio Manzano encarna
el prototipo del profesor: tiene un talente supuestamente siempre educado y
paciente e intenta que sus jugadores se sientan igual de valorados (aunque
cuenten con características, procedencias y méritos diferentes). Estos afirman que rara vez levanta la voz y, seguro,
piensan, que a veces se le queda un tonillo didáctico entre simpático y
repelente. Además, lleva gafas. También, cualquiera comprenderá que es ridículo
pensar que Manzano solo trabaja cada semana la hora y media que dura un
encuentro de fútbol: hay entrenamientos, visionado de partidos, estudio de los
rivales y, seguro, vueltas y más vueltas en la cabeza de cara a qué táctica
debe ser la más apropiada para transmitir a su grupo los conocimientos que deberían
desembocar en los resultados deseables.
Por otra
parte, cuando recibe críticas desde fuera, no se encara, no tuerce el gesto y
sigue en su labor convencido de lo que está haciendo. A veces acierta y otras
se equivoca. Por ejemplo, en mi opinión debería haber exigido un delantero
centro de garantías para suplir a Falcao. Posiblemente, su planteamiento en el
Camp No también fue equivocado. Quizás su sistema no se adapta del todo a las
características de sus futbolistas. Pero parece dispuesto a esgrimir la
paciencia como arma y el buen gusto como criterio. No sabemos cómo le saldrá.
Pero sí sabemos que este verano defendió con ahínco que quería trabajar con una
plantilla corta. Y ahí sí que podemos decir que sabía de lo que estaba
hablando.
Muchos
críticos con el trabajo del profesorado dirán que de lo que es un magnífico
ejemplo Gregorio Manzano es de que al profesor le sobran horas por todas partes
y, por tanto, no pasa nada por aumentar su jornada laboral. Al fin y al cabo,
¿qué son dos horas cuando un profesor podía pegarse tres de coche y dos de
entrenamiento cada tarde?
Otros,
pensarán que Gregorio Manzano encarna la situación actual de los profesores:
intentar salir pitando lo antes posible a otra profesión en la que se nos
valore más y se nos pague mejor ahora que se avecinan tiempos aciagos.
Para mí, sin
embargo, es principalmente un símbolo de la constancia que debemos intentar
mantener en nuestro trabajo. Dispuestos a coger el coche para intentar hacernos
con un grupo en cualquier momento, incluso con el curso empezado y tratando de
emplear una didáctica diferente. Ajenos a las críticas y convencidos de lo que
estamos haciendo. Con mucho sacrifico. Porque antes o después se valorará este
esfuerzo. No por la sociedad, que bastante tiene con lo suyo y, cuando las
cosas vienen mal dadas, es lógico que recurra al desahogo con las víctimas
fáciles (“Manzano, vete ya” o “que paguen los funcionarios”) sino, por la
opinión que de verdad debe influirte: la de tu plantilla.
Aunque, como
bien sabe Gregorio Manzano y cualquiera que tenga dos dedos de frente, es más
fácil lidiar con un grupo heterogéneo de veinte seres humanos que con uno de
treinta y cinco. A él al menos le han dejado esta posibilidad. Sus antiguos
compañeros de profesión, que tampoco trabajamos solo las 19 horas de clase, que
hemos visto reducido nuestro sueldo y que también intentan que acabemos siendo
el blanco fácil de una sociedad crispada (es más fácil echar a un profesor que
plantearse una reforma educativa o económica) lo tenemos mucho más difícil.
Y es
principalmente por esto por lo que tenemos que protestar. Manteniendo la
educación y los valores que queremos transmitir. Pero con firmeza. Porque si
nos quitan la posibilidad de tratar a nuestro equipo de seres humanos de la
forma más equilibrada y justa posible, es muy probable que la educación
española, tras una mejora insospechada hace años (casi tanto como la de
Manzano), comience su periplo hacia una categoría de Regional o Preferente. Y
de ahí será muy difícil salir.
Víctor Peña Dacosta
Profesor interino de
secundaria
¡Excelente! Digo. Moktir
ResponderEliminar¡Buenísimo! Creo que la palabra lo resume todo, no.
ResponderEliminarSaludos,
Li~
Muchas gracias a los dos por vuestros hiperbólicos comentarios. Manzano me pareció siempre que escondía una alegoría que podía quedar interesante más allá del tópico de llamarle "El Profe"... y este año, con los recortes y su comportamiento (al menos el que aparece en los medios) no pude aplazarlo más.
ResponderEliminar¡Un saludo a ambos dos!
De acuerdo respecto al sistema educativo, pero creí que hablabas de Manzano. En un equipo de fútbol, como en cualquier otro trabajo, debes reunir las condiciones para ocupar determinados puestos. Manzano será un gran profe, no lo discuto; un buen entrenador de chavales también e incluso, si me apuras, un buen entrenador de equipos de media tabla.
ResponderEliminarNo vale para un equipo que pretende quedar arriba. "A Granada vamos a ganar como a Valencia". Mentira!! La mayoría de partidos sale al "cero a cero" y así va, contra los pequeños se suele ganar contra los medianos o grandes perder.
Al Mallorca!!!
Excelente artículo. Lo he compartido en Facebook.
ResponderEliminarMuchas gracias, José María.
ResponderEliminarUn saludo