Empiezo a escribir estas líneas mientras espero que se me cargue un vídeo de youtube con la rueda de prensa de la despedida de Forlán del Atlético de Madrid del que confío en extraer no una despedida de Forlán del Atlético de Madrid, sino, posiblemente, una clave para entender mejor mi vida.
Ojo: ya sé que eso puede sonar patético, pero no se alarmen: mi vida tiene tan poca importancia que es bastante lógico que su significado se pueda rastrear en un vídeo de discurso vacío y escaso encuadre.
Y, de hecho, me sirve para comunicarles una de las que será, imagino, de las principales claves de este blog: la melancolía voluntaria, la afectación consciente, la identificación futbolística y la confusión entre vida y afición, realidad y mito, persona y personaje.
Y es que esto no es un blog del atleti (a diferencia del muy recomendable para los interesados en la materia estonoesunblogdelatleti.blogspot.com), o de pajas mentales sobre glorias presentes y pasadas, anécdotas curiosas y jugadas antológicas (como el bastante recomendable cueroycesped.blogspot.com) sino un blog sobre una identificación deportiva que permite aplazar el momento de afrontar la vida real.
Por eso lo importante de hoy no es que se haya ido Forlán, algo que estaba anunciado hacía ya demasiado tiempo. Lo importante es que no dejo de buscar vídeos de este momento y, sobre todo, de los buenos momentos pasados: mucha gente dice que odia las despedidas; a mí me encantan. El problema es que no suelen estar a la altura de las circunstancias (sirva como ejemplo la rueda de prensa de hoy, realmente insípida: a fin de cuentas, como mandan los cánones del último café que simula que la ruptura es amistosa), pero, si somos objetivos, no hay nada tan bonito como ese sentimiento de inutilidad de no haber sabido aprovechar tus oportunidades. Realmente muy pocos hemos sido alguna vez felices (digo felices de verdad, de sentirlo, hacerlo sentir y saborearlo) con nuestras parejas, amigos, equipos de fútbol, compañeros de fiesta, drogas, sexo o trabajo. Pero todos hemos podido serlo. Y eso es lo más bonito de la vida: que cada día tienes la oportunidad de desperdiciarla. Mírenme si no a mí: debería estar acabando dos trabajos del doctorado que tengo atrasadísimos y en lugar de eso decido empezar un estúpido blog que difícilmente va a interesar a nadie. Tampoco he sido nunca un buen novio y tengo serios problemas para mantener el romanticismo más allá de los cuatro minutos de una buena canción. Por ejemplo, menos al principio, que se me da genial, luego no he sabido hacer sentir especiales a las, pobres, sufridoras, pacientes (pocas) chicas de mi vida. Pero para despedirme soy la hostia. Me encanta. Creo que he dicho más veces "te quiero" para decir adiós que para correrme. Y creo que va a ser ahora, que ya no marca goles y no hay energúmenos alrededor berreando lo mismo, cuando empiece a gritar de verdad "u-ru-guasho". Porque, al menos a los que nos conformamos con estos sucedáneos de realidad, sí nos supo hacer felices de verdad varias veces. Pero sobre todo, porque, merecidamente o no, fuimos muy duros con él y es más fácil arrepentirse que morderse la lengua. Y fingir que lo sientes cuando ya es tarde es más sencillo que pedir perdón cuando estabas a tiempo. Porque es más fácil desear suerte en otro sitio que intentar mejorar las cosas aquí. Porque los dueños del Atleti pueden parecer unos completos incompetentes (Forlán hace 2 años valía 40 millones y ahora se va gratis) pero en el fondo lo que les pasa es que son unos románticos. Como yo. Y como Forlán, que espera a irse para, por una sola vez, ceder al populismo y decir que sí, que qué cojones, que es hincha del Atlético. Porque nunca es tarde para decir "te quiero". Sobre todo cuando ya no es verdad.
-Podrías escribir una historia sobre un hombre que se identifica obsesivamente con un equipo perdedor, que se pone paranoico con los árbitros, que no puede dormir después de los partidos y que asume las derrotas de su equipo como si se tratara de sus propios fracasos.
-Esto que describes es una situación, no una narración –dije.
(The Old Fictions and the New, Richard Kostelanetz)